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"¿Qué
valor tiene el carácter absoluto de los principios si va en contra de la
simple humanidad, del buen sentido, de la bondad y de la compasión? Hemos
aprendido a desconfiar también de la moral, y tanto más cuanto más
absoluta se cree. En lugar de la ética de la convicción preferimos la ética
de la responsabilidad, la cual sin renunciar a sus principios -¿cómo
podría hacerlo?-, se preocupa también de las consecuencias previsibles
de la acción. Una buena intención puede conducir a una catástrofe, y la
pureza de los móviles, aunque pudiera demostrarse, jamás ha bastado para
impedir lo peor. Así pues, quien se contentara con una buena intención
sería culpable: la ética de la responsabilidad quiere que respondamos no
sólo de nuestras intenciones, o de nuestros principios sino también, de
las consecuencias de nuestros actos. Es una ética de la prudencia, la única
ética que tiene valor..."
André Comte-Sponville "Pequeño
tratado de las grandes virtudes" |