Historia de la sonata |
En
los siglos XVI y XVII el término sonata, que aparecía con creciente
frecuencia en los títulos de las obras instrumentales, significaba
meramente pieza sonora instrumental distinguiéndose así de las
composiciones vocales. El término no implicaba entonces una forma o
estilo de composición específico. La forma y el estilo se desarrollaron
en Italia a finales del siglo XVI y principios del XVII, al cultivarse por
vez primera la música instrumental a gran escala. La forma tenía varias
secciones claramente delineadas en tiempos y texturas contrastantes, como
una sección tipo danza seguida de una melodía lenta con acompañamiento,
a la que seguía una sección rápida en forma de fuga. Dichas
composiciones no necesariamente se llamaron sonatas; más a menudo se
utilizaban los términos ricercare o canzona. Durante la década
de 1630 el número de secciones en dichas piezas tendía a disminuir a
tres o cuatro, mientras que aumentaba la longitud de las secciones
restantes y la estructura formal se volvía más compleja, incorporando
relaciones a largo plazo en las que intervenían el ritmo, la armonía, la
melodía y otros rasgos musicales. Finalmente, las secciones se
convirtieron en movimientos separados.
Hacia
el siglo XVII emergieron dos categorías: la sonata da chiesa, o
sonata de iglesia, una obra seria con cuatro movimientos con la estructura
lento-rápido-lento-rápido y que reflejaba la complejidad del contrapunto
de los más antiguos ricercare y canzona; y la sonata da
camera, o sonata de cámara, una serie de movimientos cortos con
origen en la danza, precursora de la suite. La combinación
instrumental más típica para la sonata durante el barroco medio y tardío
fue la sonata a trío: dos instrumentos melódicos acompañados por el
bajo continuo (un instrumento bajo melódico apoyado por un instrumento
armónico). El maestro por excelencia de la sonata a trío del siglo XVII
fue el violinista italiano Arcangelo Corelli. También se escribieron
sonatas para pequeños conjuntos instrumentales (incluidas muchas de
Corelli) y para instrumentos solistas, como las sonatas de Johann
Sebastian Bach para violín y para violonchelo solistas, y las sonatas
para teclados solistas del alemán Johann Kuhnau. También se escribieron
obras para un único instrumento melódico y bajo continuo, entre ellas
las sonatas para violín del austriaco Heinrich von Biber, autor de las
admirables sonatas del Santo Rosario para violín.
Durante
la época preclásica y del clasicismo temprano, la sonata da chiesa,
influida por la sonata da camera, evolucionó hacia una forma
definida de tres o cuatro movimientos, el primero de los cuales
generalmente estaba en forma sonata y poseía un tempo moderadamente rápido,
el segundo tempo lento, y el movimiento final, en tempo rápido. Cuando se
componía un cuarto movimiento, había un minué que se insertaba
antes del movimiento final. A mediados del siglo XVIII el término sonata
comenzó a utilizarse únicamente cuando el medio interpretativo era un
instrumento de teclado solista o algún otro instrumento solo acompañado
por un teclado. La forma sonata junto con sus principios, influyeron en la
música de la época, no sólo en las sonatas instrumentales, sino también
en las sinfonías, los conciertos y los cuartetos de cuerda, así como en
otro tipo de música de cámara. La sonata clásica queda ilustrada con
las obras de Wolfgang Amadeus Mozart, Joseph Haydn y Ludwig van Beethoven,
los grandes maestros del clasicismo vienés. Al igual que la mayoría de
los compositores del siglo XIX, Beethoven escribió sonatas en cuatro
movimientos, pero en sus últimos años a veces abandonó la disposición
propia de la sonata en favor de una cantidad de movimientos menor o mayor.
Durante
el siglo XIX, la tradición de la sonata clásica se mantuvo en manos de
compositores austriacos y alemanes del romanticismo como Franz Schubert,
Robert Schumann y Johannes Brahms. Sin embargo, muchos compositores, entre
ellos el pianista polaco Frédéric Chopin, tenían más facilidad para
las piezas cortas que para las obras de mayores dimensiones; cuando escribían
sonatas, tendían a no tomar en cuenta las relaciones musicales a gran
escala y escribían movimientos sorprendentemente diferenciados, cuya
estructura interna realzaban haciéndoles corresponder unos episodios
diferenciados. Otros, como el pianista húngaro Franz Liszt, no tomaron en
consideración gran parte del esquema tradicional. Su Sonata en si
menor es una obra larga en un movimiento, que se parece al
planteamiento del poema sinfónico.
Los
compositores del siglo XX han seguido esquemas muy diferentes para
escribir sus sonatas. Algunas, como las de Samuel Barber, son largas
piezas escritas en la tradición del siglo XIX. Otras, como las del ruso
Ígor Stravinski, han vuelto a los principios clásicos de la contención
y la claridad formal. Un tercer grupo, como las del estadounidense Charles
Ives, utilizan el término sonata de forma indefinida para sugerir en la
mente del oyente las grandes tradiciones del pasado, pero con una
estructura y carácter que tienden al individualismo. El significado del término
sonata, por todo ello, está volviendo a su definición original, algo
ambigua, como pieza instrumental sin que implique de modo necesario unas
características predeterminadas.
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