Italia |
El enfrentamiento entre el Papado y el Sacro Imperio Romano Hasta el fin de la edad media, los emperadores del
Sacro Imperio Romano proclamaron, y ejercieron, en distintos grados, la
soberanía sobre toda Italia; sin embargo, por motivos prácticos la
autoridad imperial se había convertido en simbólica a comienzos del
siglo XIV. Mientras tanto, el sur de Italia había permanecido bajo la
influencia bizantina y lombarda. En el siglo XI, los normandos acabaron
con el poder bizantino y expulsaron a los lombardos, y en 1127 unieron los
territorios que habían conquistado con Sicilia, arrebatada a los
sarracenos. Estos acontecimientos coinciden con un cierto resurgir de la
autoridad papal, que durante mucho tiempo había estado velada por la
autoridad de los emperadores. Los enfrentamientos entre el Imperio y el
Papado alcanzaron su punto de máxima tensión en la Querella de las
Investiduras. Tras el Concordato de Worms (1122), el emperador delegó en
los cardenales el derecho a elegir al papa. Al tiempo que se fortalecía
la influencia del Papado, se hacía cada vez más patente la oposición al
continuado poder ejercido por los emperadores, que se manifestaba en las
cada vez más numerosas ciudades-estados. En la península, el feudalismo
no había logrado implantarse tan sólidamente como en Francia y Alemania.
Su relativa debilidad se debía en gran parte a la supervivencia de las
tradiciones romanas y a la existencia de un gran número de ciudades que
impedían la extensión del sistema feudal, eminentemente rural. La
ciudades del norte desafiaron el poder del emperador Federico I Barbarroja,
quien luchó en numerosas guerras contra ellas. Finalmente, en 1167 se creó
la Liga Lombarda, una alianza de ciudades italianas, que en 1176 derrotó
al emperador en Legnano; en 1183, con la firma de la Paz de Constanza, las
ciudades del norte de Italia aseguraron su independencia. El emperador
Federico II hizo un último e infructuoso intento de vencer al Papado y a
sus aliados. Italia se encontraba dividida por las luchas entre los
partidarios del emperador, los güelfos, y sus adversarios, los gibelinos. Mientras tanto, en 1266, la Italia meridional y la
isla de Sicilia pasaron a ser una posesión de la Casa de Anjou, hasta que
en 1282 los sicilianos se liberaron de la dominación francesa y aceptaron
la autoridad de Aragón. Véase
Vísperas Sicilianas. |