Italia |
Conflictos religiosos Tras la muerte de Alboíno en el 572, se produjo un
vacío de poder que propició la unión de distintos grupos bajo el mando
de un líder regional llamado duci.
Los lombardos, como anteriormente los godos, abrazaron el credo herético
denominado arrianismo, que originó continuos enfrentamientos religiosos
con los habitantes nativos del país, que mayoritariamente profesaban el
catolicismo. El conflicto adquirió mayor intensidad cuando los papas
vieron incrementado su poder. Finalmente, la conversión a la fe católica
del rey lombardo Agilulfo (reinó entre 590-615) trajo consigo un periodo
de relativa calma. Los lombardos, que pretendían consolidar su poder político,
empezaron a hacer incursiones en territorio papal, e incluso amenazaron a
Roma, el centro del poder eclesiástico. En el 754 el papa Esteban II pidió
ayuda a los francos, convertidos a la fe católica un siglo antes. Bajo el
fuerte liderazgo de Pipino el Breve y posteriormente su hijo, Carlomagno,
los francos derrotaron a los lombardos y depusieron a su último rey en el
774. El día de Navidad del 800, el papa León III coronó a Carlomagno
como emperador de Occidente. Cuando en el siglo IX los sarracenos conquistaron
Sicilia y amenazaron con conquistar Roma, el papa León IV pidió ayuda a
Luis II, nieto de Carlomagno, que detuvo el avance de los invasores. Sin
embargo, tras la muerte del rey Luis II, consiguieron hacerse con el poder
en el sur de Italia y obligaron a los papas a pagar tributos. A partir de
entonces, y durante mucho tiempo, la historia de Italia es una sucesión
de coronaciones y caídas de reyes sin importancia, entre ellos Guido II,
Berengario I y Hugo de Provenza. Este periodo de anarquía finalizó en el
926, cuando Otón I el Grande, rey de Germania, se hizo con el poder en el
norte de Italia y con la corona lombarda y se hizo coronar emperador por
el papa Juan XII. El hecho es considerado por muchos como el nacimiento de
la nación germana y la fundación del Sacro Imperio Romano Germánico. |