Francia |
Los Carolingios La nueva dinastía —posteriormente denominada
Carolingia por su miembro más destacado, Carlomagno— se consolidó con
la alianza que estableció Pipino con el Papado. A cambio de la ayuda de
los francos contra los lombardos, que estaban invadiendo el territorio
papal en Italia, el papa Esteban II (III) aprobó la pretensión al
trono de los carolingios y, en el 754, viajó a Francia para ungir a
Pipino y a sus hijos con los óleos sagrados, al igual que los profetas
ungieron a los reyes bíblicos de Israel. Pipino a cambio venció a los
lombardos y entregó la región de Ravena al Papado, dando lugar a la
aparición de los Estados Pontificios. A la muerte de Pipino (768), su
reino fue dividido entre sus hijos Carlos y Carlomán, el cual falleció
tres años después, lo que convirtió a Carlos (luego Carlomagno) en rey
de todos los francos hasta su muerte en el 814. Carlomagno
Los primeros años de su reinado estuvieron
caracterizados por las campañas militares que llevó a cabo. Al igual que
su padre, luchó en Italia, tanto a favor del Papa como en su propio
beneficio, y conquistó Lombardía. Realizó campañas en la península Ibérica
contra los musulmanes y los vascones y estableció un territorio
fronterizo denominado la Marca Hispánica, origen de la futura Cataluña.
En el este luchó contra los bávaros y los ávaros y anexionó sus
territorios, Baviera y Panonia respectivamente. Realizó igualmente campañas
contra los sajones (772-804) en Alemania, a quienes sometió y obligó a
convertirse al cristianismo. En el año 800, Carlomagno fue coronado por el papa León III
en Roma y recibió el título de Emperador de los Romanos. No había
habido un emperador en las antiguas provincias occidentales del Imperio
romano desde el siglo V. Carlomagno estableció un vasto sistema
administrativo para gobernar su Imperio, dividido en unas 250 provincias.
Reunió a las principales escuelas de Europa e inició un programa de
reformas intelectuales y religiosas. Carlomagno capitalizó la residencia
real en Aix la Chapelle, su balneario favorito de primavera (actual
Aquisgrán, Alemania). Los
sucesores de Carlomagno Después del año 800, los vikingos procedentes de
Escandinavia comenzaron a atacar las áreas costeras de los dominios
carolingios. Sin embargo, el impacto de esas invasiones no cristalizó
hasta el reinado del sucesor de Carlomagno, Luis I el Piadoso, al que
coronó emperador el mismo Carlomagno en el 813. Los ataques vikingos y
una sucesión de problemas que tuvieron lugar tras el reinado de Luis I
el Piadoso significaron el inicio de la decadencia del Imperio carolingio. Luis procuró establecer una sucesión ordenada,
decretando en 817 que su hijo mayor, Lotario I, heredaría el Imperio
y que sus dos hijos menores, Pipino de Aquitania y Luis II el Germánico,
gobernarían reinos subordinados al mismo. Posteriormente, el emperador
tuvo un cuarto hijo, Carlos, con su segunda esposa, que no estaba
dispuesta a que su hijo fuera excluido de la herencia real. Los hijos de Luis I se enfrentaron duramente
entre ellos y también contra su propio padre. Un acuerdo temporal entre
tres de los hermanos fue concertado a través del Tratado de Verdún
(843), según el cual Lotario obtendría el título imperial, además de
una gran franja de territorio que se extendía desde el mar del Norte
hasta la desembocadura del Rin y que comprendía Roma. Luis II el
Germánico recibió los territorios al este del Rin, y Carlos el Calvo los
territorios al oeste del Ródano, el Saona, el Mosa y el Escalda. El
territorio de Luis es el antecedente de la moderna Alemania, el de Carlos
lo es de la Francia actual y el de Lotario ocupa los territorios por los
que han tenido lugar frecuentes enfrentamientos entre Francia y Alemania
en los tiempos modernos. Aunque esta particular división no se mantuvo,
la separación de Francia Occidentalis (el reino Franco Occidental, o
Francia) de Francia Orientalis (el reino Franco Oriental, o Alemania)
permaneció hasta la actualidad. |