Asia

 

 

 

Dominio musulmán y mongol

 

 

Del siglo VII al XV, dos acontecimientos protagonizaron las principales novedades en el continente asiático: la difusión de la nueva religión del islam y la expansión de los mongoles, que conquistaron gran parte de Asia y amenazaron Europa. Los mongoles lucharon contra el islam, aunque en alguna ocasión lo aceptaron y fortalecieron.

Auge y expansión del islam

En la Arabia del siglo VII, el profeta del islam, Mahoma, afirmó que Alá (Dios), por medio del arcángel Gabriel, le había comunicado su voluntad, que fue escrita y más tarde recogida en el Corán, uno de los grandes libros religiosos del mundo. Junto con el Hadit, las palabras y las enseñanzas de Mahoma, el Corán reguló la estructura de la sociedad y los gobiernos islámicos. Para difundir la palabra de Alá, Mahoma envió a las tribus árabes a la conquista del mundo. Él y sus sucesores, los califas Omeyas (véase Califato), propagaron el islam desde la India hasta el norte de África y la península Ibérica. Los Omeyas y los posteriores Abasíes gobernaron los reinos islámicos desde sus respectivos centros en Damasco y Bagdad, cuya cultura combinaba elementos bizantinos, persas, babilónicos e indios. Su principal vínculo fue la lengua árabe, que todos compartían gracias al Corán.

Los últimos Abasíes se convirtieron en títeres del grupo de mercenarios turcos Selyúcidas, procedente de Asia central, que amenazó al Bizancio cristiano. Esta amenaza, en combinación con el cierre de los Santos Lugares cristianos en Palestina, dio origen a 300 años de guerras conocidos en Occidente como las Cruzadas, que llevaron grandes ejércitos europeos a Asia occidental. Los cruzados no pudieron desalojar a los musulmanes, e incluso regresaron a Europa muy influidos por su cultura.

Cuando los mongoles tomaron Bagdad en 1258, y acabaron de esta manera con la dinastía Abasí, el islam ya había enraizado en la India. Los mercaderes musulmanes lo introdujeron en el año 711 en un país que todavía sufría las invasiones de los hunos, que habían sido interrumpidas por el benévolo y culto gobierno de la dinastía local Harsha (606-647). Los turcos y afganos musulmanes atacaron repetidamente la India y destruyeron los centros hindúes y budistas, hasta la creación del sultanato de Delhi. Aunque ralentizada por las invasiones mongolas, el sultanato continuó la expansión musulmana en la India.

A pesar de que el budismo indio fue casi destruido en el proceso, los comerciantes y misioneros indios llevaron el budismo y el hinduismo a través de todo el Sureste asiático. Allí, el reino de Champa luchó con los vietnamitas sínicos, al norte de su reino, y con los jemeres (que habían recibido una fuerte influencia india) procedentes de Angkor, en la actual Camboya (véase Jemer), al oeste. La avanzada civilización de Angkor, con sus grandes templos de piedra, estaba destinada a desaparecer ante los Thai, que fueron expulsados del sur de China por los mongoles. El reino budista de Pagan en Birmania sufrió directamente la fuerza de los mongoles.

En Malaca y las islas situadas al este de la India, el reino de Srivijaya de Sumatra rivalizó con los Sailendras de Java, constructores de templos hindúes y budistas. A estos reinos siguieron el de Singosari (de influencia india) y el reino de Majapahit, cuyo comercio fue dominado por los mercaderes indios musulmanes en el siglo XV. Aunque Malaca y las islas se convirtieron al islam, el budismo persistió en Myanmar, Tailandia y Camboya.

Influencia china y mongola

Los países que se hallaban dentro de la órbita china no se convirtieron al islam, posiblemente porque China experimentó un renacimiento cultural bajo la dinastía Tang (618-906). La influencia de la China de los Tang se extendió desde Japón hasta la cuenca de Tarim, donde bloqueó la expansión islámica. Los Tang favorecieron el gobierno confuciano, pero el budismo se desarrolló y engendró nuevas sectas como la Ch’an (Zen) que atrajo a los japoneses. La siguiente dinastía, Song (960-1279), fue expulsada del norte por las tribus jitan (o khitan) y jurchen y, del sur por los mongoles.

Mientras tanto, en Corea, el reino de Silla (660-935), que se alió con los Tang, siguió rigiéndose por la religión y la cultura chinas. Los siguientes gobernantes, la dinastía Koryo (935-1392), fueron atacados, al igual que la dinastía Song, por los jitan y los jurchen antes de caer ante los mongoles. Mientras declinaba el poder mongol, un general coreano creó la dinastía Li o Yi (1392-1910).

El renacimiento de China también afectó a los japoneses, que se reafirmaron en la adopción de la cultura china. Los edictos Taika en el siglo VII y Taiho en el siglo VIII adoptaron el gobierno y las ideas socioeconómicas chinas. La corte copió los rituales y costumbres chinas y el budismo extendió las ideas sínicas por todo el país. Mientras la nobleza provincial se hacía gradualmente más poderosa, el clan Fujiwara alcanzó el poder. Durante su reinado, conocido como el periodo Heian (794-1185) la corte japonesa alcanzó un alto grado de lujo; la poesía, la música, la danza, la pintura, el paisajismo y la olfacción de perfumes se convirtieron en las principales actividades de los cortesanos. Para acabar con este diletantismo, surgió el clan de Minamoto, dictadores militares (sogún), que gobernó en Kamakura, mientras que los emperadores desprovistos de poder reinaron en Kioto (1185-1333). El rechazo de dos invasiones mongolas debilitó tanto Kamakura que los Ashikaga accedieron al poder. Como consecuencia, Japón cayó en la anarquía feudal.

Los mongoles, que dominaron Asia durante dos siglos, surgieron de las vastas estepas asiáticas. Alcanzaron el poder bajo Gengis Kan, que utilizó hábilmente el espionaje, el fraude, el terror y hombres de talento de todas las etnias para conquistar China occidental y septentrional y zonas de Asia central. Sus hijos y nietos extendieron el Imperio mongol hasta el Turkestán occidental y meridional, Irán y Rusia. Después de conquistar el norte de China y Corea, Kublai Kan invadió el sur, donde acabó con el reinado Song y proclamó la dinastía Yuan (1279-1368).

Las expediciones mongolas contra el Sureste asiático estaban destinadas al fracaso debido a la climatología adversa, y los ataques navales contra Java y Japón tampoco tuvieron éxito. El uso de oficiales extranjeros, la corrupción, los fuertes impuestos, las inundaciones, las hambrunas y el bandolerismo provocaron el derrocamiento de los mongoles, sustituidos por la dinastía Ming (1368-1644). Durante su dominio, sin embargo, los mongoles aceleraron los intercambios culturales al mantener activo un próspero comercio intercontinental y al animar a extranjeros como Marco Polo a servir en la corte mongola en China.