Revolución Francesa |
La redacción de una constitución La Asamblea Nacional Constituyente comenzó
su actividad movida por los desórdenes y disturbios que estaban produciéndose
en las provincias (el periodo del 'Gran Miedo'). El clero y la nobleza
hubieron de renunciar a sus privilegios en la sesión celebrada durante la
noche del 4 de agosto de 1789; la Asamblea aprobó una legislación por la
que quedaba abolido el régimen feudal y señorial y se suprimía el
diezmo, aunque se otorgaban compensaciones en ciertos casos. En otras
leyes se prohibía la venta de cargos públicos y la exención tributaria
de los estamentos privilegiados. A continuación, la Asamblea Nacional
Constituyente se dispuso a comenzar su principal tarea, la redacción de
una Constitución. En el preámbulo, denominado Declaración de los
Derechos del hombre y del ciudadano, los delegados formularon los ideales
de la Revolución, sintetizados más tarde en tres principios, "Liberté,
Égalité, Fraternité" ("Libertad, Igualdad,
Fraternidad"). Mientras la Asamblea deliberaba, la hambrienta población
de París, irritada por los rumores de conspiraciones monárquicas,
reclamaba alimentos y soluciones. El 5 y el 6 de octubre, la población
parisina, especialmente sus mujeres, marchó hacia Versalles y sitió el
palacio real. Luis XVI y su familia fueron rescatados por La Fayette,
quien les escoltó hasta París a petición del pueblo. Tras este suceso,
algunos miembros conservadores de la Asamblea Constituyente, que acompañaron
al rey a París, presentaron su dimisión. En la capital, la presión de
los ciudadanos ejercía una influencia cada vez mayor en la corte y la
Asamblea. El radicalismo se apoderó de la cámara, pero el objetivo
original, la implantación de una monarquía constitucional como régimen
político, aún se mantenía. El primer borrador de la Constitución
recibió la aprobación del monarca francés en unas fastuosas ceremonias,
a las que acudieron delegados de todos los lugares del país, el 14 de
julio de 1790. Este documento suprimía la división provincial de Francia
y establecía un sistema administrativo cuyas unidades eran los
departamentos, que dispondrían de organismos locales elegibles. Se
ilegalizaron los títulos hereditarios, se crearon los juicios con jurado
en las causas penales y se propuso una modificación fundamental de la
legislación francesa. Con respecto a la institución que establecía
requisitos de propiedad para acceder al voto, la Constitución disponía
que el electorado quedara limitado a la clases alta y media. El nuevo
estatuto confería el poder legislativo a la Asamblea Nacional, compuesta
por 745 miembros elegidos por un sistema de votación indirecto. Aunque el
rey seguía ejerciendo el poder ejecutivo, se le impusieron estrictas
limitaciones. Su poder de veto tenía un carácter meramente suspensivo, y
era la Asamblea quien tenía el control efectivo de la dirección de la
política exterior. Se impusieron importantes restricciones al poder de la
Iglesia católica mediante una serie de artículos denominados Constitución
civil del Clero, el más importante de los cuales suponía la confiscación
de los bienes eclesiásticos. A fin de aliviar la crisis financiera, se
permitió al Estado emitir un nuevo tipo de papel moneda, los asignados,
garantizado por las tierras confiscadas. Asimismo, la Constitución
estipulaba que los sacerdotes y obispos fueran elegidos por los votantes,
recibieran una remuneración del Estado, prestaran un juramento de lealtad
al Estado y las órdenes monásticas fueran disueltas. Durante los quince meses que transcurrieron
entre la aprobación del primer borrador constitucional por parte de Luis
XVI y la redacción del documento definitivo, las relaciones entre las
fuerzas de la Francia revolucionaria experimentaron profundas
transformaciones. Éstas fueron motivadas, en primer lugar, por el
resentimiento y el descontento del grupo de ciudadanos que había quedado
excluido del electorado. Las clases sociales que carecían de propiedades
deseaban acceder al voto y liberarse de la miseria económica y social, y
no tardaron en adoptar posiciones radicales. Este proceso, que se extendió
rápidamente por toda Francia gracias a los clubes de los jacobinos, y de
los cordeliers, adquirió gran impulso cuando se supo que María
Antonieta estaba en constante comunicación con su hermano Leopoldo II,
emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Al igual que la mayoría de
los monarcas europeos, Leopoldo había dado refugio a gran número de émigrés
y no había ocultado su oposición a los acontecimientos revolucionarios
que se habían producido en Francia. El recelo popular con respecto a las
actividades de la reina y la complicidad de Luis XVI quedó confirmado
cuando la familia real fue detenida mientras intentaba huir de Francia en
un carruaje con destino a Varennes el 21 de junio.
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