Revolución Francesa |
Las razones históricas de la Revolución Más de un siglo antes de que Luis XVI
ascendiera al trono (1774), el Estado francés había sufrido periódicas
crisis económicas motivadas por las largas guerras emprendidas durante el
reinado de Luis XIV, la mala administración de los asuntos nacionales en
el reinado de Luis XV, las cuantiosas pérdidas que acarreó la Guerra
Francesa e India (1754-1763) y el aumento de la deuda generado por los préstamos
a las colonias británicas de Norteamérica durante la guerra de la
Independencia estadounidense (1775-1783). Los defensores de la aplicación
de reformas fiscales, sociales y políticas comenzaron a reclamar con
insistencia la satisfacción de sus reivindicaciones durante el reinado de
Luis XVI. En agosto de 1774, el rey nombró controlador general de
Finanzas a Anne Robert Jacques Turgot, un hombre de ideas liberales que
instituyó una política rigurosa en lo referente a los gastos del Estado.
No obstante, la mayor parte de su política restrictiva fue abandonada al
cabo de dos años y Turgot se vio obligado a dimitir por las presiones de
los sectores reaccionarios de la nobleza y el clero, apoyados por la reina,
María Antonieta de Austria. Su sucesor, el financiero y político Jacques
Necker tampoco consiguió realizar grandes cambios antes de abandonar su
cargo en 1781, debido asimismo a la oposición de los grupos reaccionarios.
Sin embargo, fue aclamado por el pueblo por hacer público un extracto de
las finanzas reales en el que se podía apreciar el gravoso coste que
suponían para el Estado los estamentos privilegiados. La crisis empeoró
durante los años siguientes. El pueblo exigía la convocatoria de los
Estados Generales (una asamblea formada por representantes del clero, la
nobleza y el Tercer estado), cuya última reunión se había producido en
1614, y el rey Luis XVI accedió finalmente a celebrar unas elecciones
nacionales en 1788. La censura quedó abolida durante la campaña y
multitud de escritos que recogían las ideas de la Ilustración circularon
por toda Francia. Necker, a quien el monarca había vuelto a nombrar
interventor general de Finanzas en 1788, estaba de acuerdo con Luis XVI en
que el número de representantes del Tercer estado (el pueblo) en los
Estados Generales fuera igual al del primer estado (el clero) y el segundo
estado (la nobleza) juntos, pero ninguno de los dos llegó a establecer un
método de votación. A pesar de que los tres estados estaban de
acuerdo en que la estabilidad de la nación requería una transformación
fundamental de la situación, los antagonismos estamentales
imposibilitaron la unidad de acción en los Estados Generales, que se
reunieron en Versalles el 5 de mayo de 1789. Las delegaciones que
representaban a los estamentos privilegiados de la sociedad francesa se
enfrentaron inmediatamente a la cámara rechazando los nuevos métodos de
votación presentados. El objetivo de tales propuestas era conseguir el
voto por individuo y no por estamento, con lo que el tercer estado, que
disponía del mayor número de representantes, podría controlar los
Estados Generales. Las discusiones relativas al procedimiento se
prolongaron durante seis semanas, hasta que el grupo dirigido por Emmanuel
Joseph Sieyès y el conde de Mirabeau se constituyó en Asamblea Nacional
el 17 de junio. Este abierto desafío al gobierno monárquico, que había
apoyado al clero y la nobleza, fue seguido de la aprobación de una medida
que otorgaba únicamente a la Asamblea Nacional el poder de legislar en
materia fiscal. Luis XVI se apresuró a privar a la Asamblea de su sala de
reuniones como represalia. Ésta respondió realizando el 20 de junio el
denominado Juramento del Juego de la Pelota, por el que se comprometía a
no disolverse hasta que se hubiera redactado una constitución para
Francia. En ese momento, las profundas disensiones existentes en los dos
estamentos superiores provocaron una ruptura en sus filas, y numerosos
representantes del bajo clero y algunos nobles liberales abandonaron sus
respectivos estamentos para integrarse en la Asamblea Nacional.
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