Revolución Francesa |
Radicalización del gobierno El 17 de julio de 1791 los sans-culottes
(miembros de una tendencia revolucionaria radical que exigía la
proclamación de la república) se reunieron en el Campo de Marte y
exigieron que se depusiera al monarca. La Guardia Nacional abrió fuego
contra los manifestantes y los dispersó siguiendo las órdenes de La
Fayette, vinculado políticamente a los feuillants, un grupo
formado por monárquicos moderados. Estos hechos incrementaron de forma
irreversible las diferencias existentes entre el sector burgués y
republicano de la población. El rey fue privado de sus poderes durante un
breve periodo, pero la mayoría moderada de la Asamblea Constituyente, que
temía que se incrementaran los disturbios, restituyó a Luis XVI con la
esperanza de frenar el ascenso del radicalismo y evitar una intervención
de las potencias extranjeras. El 14 de septiembre, el rey juró respetar
la Constitución modificada. Dos semanas después, se disolvió la
Asamblea Constituyente para dar paso a las elecciones sancionadas por la
Constitución. Durante este tiempo, Leopoldo II y Federico Guillermo II,
rey de Prusia, emitieron el 27 de agosto una declaración conjunta
referente a Francia en la que se amenazaba veladamente con una intervención
armada. La Asamblea Legislativa, que comenzó sus sesiones el 1 de octubre
de 1791, estaba formada por 750 miembros que no tenían experiencia alguna
en la vida política, dado que los propios integrantes de la Asamblea
Constituyente habían votado en contra de su elegibilidad como diputados
de la nueva cámara. Ésta se hallaba dividida en facciones divergentes.
La más moderada era la de los feuillants, partidaria de la monarquía
constitucional tal como se establecía en la Constitución de 1791. El
centro de la cámara acogía al grupo mayoritario, conocido como el Llano,
que carecía de opiniones políticas definidas pero que se oponía unánimemente
al sector radical que se sentaba en el ala izquierda, compuesto
principalmente por los girondinos, que defendían la transformación de la
monarquía constitucional en una república federal, un proyecto similar
al de los montagnards (grupo que por ocupar la parte superior de la
cámara, recibió el apelativo de La Montaña) integrados por los
jacobinos y los cordeliers, que abogaban por la implantación de
una república centralizada. Antes de que estas disensiones abrieran una
profunda brecha en las relaciones entre los girondinos y los montagnards,
el sector republicano de la Asamblea consiguió la aprobación de varios
proyectos de ley importantes, entre los que se incluían severas medidas
contra los miembros del clero que se negaran a jurar lealtad al nuevo régimen.
Sin embargo, Luis XVI ejerció su derecho a veto sobre estos decretos,
provocando así una crisis parlamentaria que llevó al poder a los
girondinos. A pesar de la oposición de los más destacados montagnards,
el gabinete girondino, presidido por Jean Marie Roland de la Platière,
adoptó una actitud beligerante hacia Federico Guillermo II y Francisco
II, el nuevo emperador del Sacro Imperio Romano, que había sucedido a su
padre, Leopoldo II, el 1 de marzo de 1792. Ambos soberanos apoyaban
abiertamente las actividades de los émigrés y secundaban el
rechazo de la aristocracia de Alsacia a la legislación revolucionaria. El
deseo de entablar una guerra se extendió rápidamente entre los monárquicos,
que confiaban en la derrota del gobierno revolucionario y en la restauración
del Antiguo Régimen, y entre los girondinos, que anhelaban un triunfo
definitivo sobre los sectores reaccionarios tanto en el interior como en
el exterior. El 20 de abril de 1792 la Asamblea Legislativa declaró la
guerra al Sacro Imperio Romano.
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