Revolución Francesa |
El Reinado del Terror El 6 de abril, la Convención creó el
Comité de Salvación Pública, que habría de ser el órgano ejecutivo de
la República, y reestructuró el Comité de Seguridad General y el
Tribunal Revolucionario. Se enviaron representantes a los departamentos
para supervisar el cumplimiento de las leyes, el reclutamiento y la
requisa de municiones. La rivalidad existente entre los girondinos y los montagnards
se había agudizado durante este periodo. La rebelión parisina,
organizada por el periodista radical Jacques Hébert, obligó a la
Convención a ordenar el 2 de junio la detención de veintinueve delegados
girondinos y de los ministros de este grupo, Pierre Henri Hélène Marie
Lebrun-Tondu y Étienne Clavière. A partir de ese momento, la facción
jacobina radical que asumió el control del gobierno desempeñó un papel
decisivo en el posterior desarrollo de la Revolución. La Convención
promulgó una nueva Constitución el 24 de junio en la que se ampliaba el
carácter democrático de la República. Sin embargo, este estatuto nunca
llegó a entrar en vigor. El 10 de julio, la presidencia del Comité de
Salvación Pública fue transferida a los jacobinos, que reorganizaron
completamente las funciones de este nuevo organismo. Tres días después,
el político radical Jean-Paul Marat, destacado líder de los jacobinos,
fue asesinado por Charlotte de Corday, simpatizante de los girondinos. La
indignación pública ante este crimen hizo aumentar considerablemente la
influencia de los jacobinos en todo el país. El dirigente jacobino
Maximilien de Robespierre pasó a ser miembro del Comité de Salvación Pública
el 27 de julio y se convirtió en su figura más destacada en poco tiempo.
Robespierre, apoyado por Louis Saint-Just, Lazare Carnot, Georges Couthon
y otros significados jacobinos, implantó medidas policiales extremas para
impedir cualquier acción contrarrevolucionaria. Los poderes del Comité
fueron renovados mensualmente por la Convención Nacional desde abril de
1793 hasta julio de 1794, un periodo que pasó a denominarse Reinado del
Terror. Desde el punto de vista militar, la situación
era extremadamente peligrosa para la República. Las potencias enemigas
habían reanudado la ofensiva en todos los frentes. Los prusianos habían
recuperado Maguncia, Condé-Sur-L'Escaut y Valenciennes, y los británicos
mantenían sitiado Tolón. Los insurgentes monárquicos y católicos
controlaban gran parte de La Vendée y Bretaña. Caen, Lyon, Marsella,
Burdeos y otras importantes localidades se hallaban bajo el poder de los
girondinos. El 23 de agosto se emitió un nuevo decreto de reclutamiento
para toda la población masculina de Francia en buen estado de salud. Se
formaron en poco tiempo catorce nuevos ejércitos —alrededor de 750.000
hombres—, que fueron equipados y enviados al frente rápidamente. Además
de estas medidas, el Comité reprimió violentamente la oposición interna. María Antonieta fue ejecutada el 16 de
octubre, y 21 destacados girondinos murieron guillotinados el 31 del mismo
mes. Tras estas represalias iniciales, miles de monárquicos, sacerdotes,
girondinos y otros sectores acusados de realizar actividades
contrarrevolucionarias o de simpatizar con esta causa fueron juzgados por
los tribunales revolucionarios, declarados culpables y condenados a morir
en la guillotina. El número de personas condenadas a muerte en París
ascendió a 2.639, más de la mitad de las cuales (1.515) perecieron
durante los meses de junio y julio de 1794. Las penas infligidas a los
traidores o presuntos insurgentes fueron más severas en muchos
departamentos periféricos, especialmente en los principales centros de la
insurrección monárquica. El tribunal de Nantes, presidido por Jean-Baptiste
Carrier, el más severo con los cómplices de los rebeldes de La Vendée,
ordenó la ejecución de más de 8.000 personas en un periodo de tres
meses. Los tribunales y los comités revolucionarios fueron responsables
de la ejecución de casi 17 mil ciudadanos en toda Francia. El número
total de víctimas durante el Reinado del Terror llegó a 40.000. Entre
los condenados por los tribunales revolucionarios, aproximadamente el 8%
eran nobles, el 6% eran miembros del clero, el 14% pertenecía a la clase
media y el 70% eran trabajadores o campesinos acusados de eludir el
reclutamiento, de deserción, acaparamiento, rebelión u otros delitos.
Fue el clero católico el que sufrió proporcionalmente las mayores pérdidas
entre todos estos grupos sociales. El odio anticlerical se puso de
manifiesto también en la abolición del calendario juliano en octubre de
1793, que fue reemplazado por el calendario republicano. El Comité de
Salvación Pública, presidido por Robespierre, intentó reformar Francia
basándose de forma fanática en sus propios conceptos de humanitarismo,
idealismo social y patriotismo. El Comité, movido por el deseo de
establecer una República de la Virtud, alentó la devoción por la república
y la victoria y adoptó medidas contra la corrupción y el acaparamiento.
Asimismo, el 23 de noviembre de 1793, la Comuna de París ordenó cerrar
todas las iglesias de la ciudad —esta decisión fue seguida
posteriormente por las autoridades locales de toda Francia— y comenzó a
promover la religión revolucionaria, conocida como el Culto a la Razón.
Esta actitud, auspiciada por el jacobino Pierre Gaspard Chaumette y sus
seguidores extremistas (entre ellos Hébert), acentuó las diferencias
entre los jacobinos centristas, liderados por Robespierre, y los fanáticos
seguidores de Hébert, una fuerza poderosa en la Convención y en la
Comuna de París.
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