Prehistoria |
Edad
del Hierro Periodo
de la antigüedad durante el cual el hierro reemplazó al bronce como
material de fabricación de instrumentos y armas. El término edad del
hierro hace referencia en Europa al periodo comprendido entre el final de
la edad del bronce (c. 700 a.C.) y la expansión del Imperio romano (27
a.C.-68 d.C.), esto es, la última fase de la prehistoria europea antes de
que la cultura romana trajera la alfabetización e impusiera una forma de
vida radicalmente nueva. Desde este punto de vista, la edad del hierro
continuó en aquellas zonas de Europa a las que las legiones romanas nunca
llegaron (como Escandinavia, Alemania central o las zonas más remotas de
Gran Bretaña) durante todo el Imperio romano. La edad del hierro comenzó
en China, hacia el 600 a.C.; en África subsahariana hacia el 500-400 a.C.,
y en África del sur hacia el 200 d.C. El
trabajo del hierro La
mayor ventaja del hierro sobre el bronce residía en el hecho de que los
filones para extraer el mineral eran mucho más abundantes y por tanto más
económicos en comparación con el bronce. No era necesaria aleación
alguna y constituía un material admirable para la fabricación de
sierras, hachas, azuelas y clavos. Era, sin embargo, mucho más difícil
de trabajar y nunca se logró obtener una temperatura suficientemente
elevada durante los tiempos prehistóricos para fundir el hierro en molde,
excepto en China. La ganga era simplemente calentada en un horno; se
separaba el hierro de la escoria; se recalentaba el hierro, convertido en
un sólo bloque, y, por último, se trabajaba el metal mediante el uso del
martillo para darle la forma requerida. Incluso se fabricaron afiladas
navajas de afeitar con filos cortantes. Como todo el proceso difería
radicalmente de la manufactura de los objetos de cobre o de bronce, no es
sorprendente que el trabajo del hierro no fuera una evolución directa del
trabajo del bronce. El bronce fue empleado principalmente para elementos
de adorno personal, como alfileres o espejos, una vez que el hierro había
sido adoptado para los instrumentos de trabajo y el armamento. El oro y la
plata continuaron siendo materiales prestigiosos, empleados para hacer,
por ejemplo, torques (pesados brazaletes que llevaban los guerreros célticos). Ritual
y religión Los
cuerpos recuperados en turberas (donde las condiciones anaeróbicas los
han conservado perfectamente) constituyen testimonios fascinantes del
sistema religioso e ideológico a través del cual los pueblos de la edad
del hierro entendían el mundo. Unos extractores de turba vieron en 1950
en Tollund Fen (Dinamarca) cómo un rostro humano sobresalía de la turba.
El cuerpo, que desde entonces se conoce como el Hombre de Tollund, estaba
desnudo; tan sólo llevaba un bonete de piel y un cinturón; las piernas
estaban flexionadas adoptando la posición fetal. Los ojos del hombre
estaban cerrados; alrededor de su cuello permanecía la soga con la que
fue ahorcado hace unos 2.000 años. Se han descubierto cientos de
"hombres de las turberas" en el norte de Europa, gran parte de
ellos por extractores de turba locales, desde hace décadas o siglos. La
mayoría parece haber muerto violentamente, a veces estrangulados (ahorcados
o agarrotados), otras por golpes en la cabeza o apuñalados (y en
ocasiones por más de uno de estos métodos). Es posible que fueran
ajusticiados por algún delito, pero hay pruebas que sugieren que sus
muertes fueron sacrificios rituales. Los restos de una especie de papilla
a base de cereales encontrados en el estómago de algunos de los cuerpos
quizás indiquen una comida ritual, mientras que su muerte pudo haberse
producido por unos métodos especiales de ejecución con carácter de
sacrificio. Además, es muy probable que muchas de las víctimas
pertenecieran a una alta clase social: sus manos estaban bien cuidadas,
sin callos, y sus cadáveres vestidos y aseados antes de ser depositados
en la turbera. Se
realizaron otros depósitos rituales, especialmente de objetos metálicos,
en turberas y canales, por lo que es probable que esos lugares tuvieran
algún significado especial para los pueblos de este periodo. Los depósitos
votivos en La Tène contenían unas 150 espadas, algunas con vainas
decoradas, fíbulas, puntas de lanza y otros útiles y armas, tanto de
bronce como de hierro. Se han recuperado depósitos similares en el Támesis;
entre estos hallazgos destaca el escudo de Battersea (en la actualidad se
encuentra en el Museo Británico). Enterramientos
El
sistema de enterramiento utilizado en la edad de hierro consistió, por lo
general, en la inhumación. Quizá los enterramientos de este periodo
mejor conocidos son los de Pazirik, en las montañas Altái de Siberia,
que están fechados en torno al 400 a.C.; contienen no sólo unos cadáveres
magníficamente conservados de personas y de caballos, sino también
numerosos tejidos y objetos de piel. Las tumbas de Pazirik aparecen sobre
el suelo como unos pequeños montículos de tierra o túmulos recubiertos
con piedras. Cada uno de estos túmulos cubren una tumba en forma de pozo,
de 4-5 m de profundidad. Dentro de los pozos había una cámara funeraria
formada por vigas de madera, sobre las cuales se apilaban troncos y
piedras que rellenaban el pozo hasta alcanzar la base del montículo. Los
cuerpos embalsamados de un hombre y de una mujer fueron depositados en el
interior de una de estas cámaras funerarias (que estaba decorada con
colgaduras de fieltro), dentro de un ataúd construido a partir de un
tronco de pino ahuecado en el que se extendió una piel cortada de ciervo.
El ataúd también contenía una pequeña alfombra de lana que envolvía a
los cuerpos y ropas de lino. Dentro de la cámara funeraria había más
ropas y tejidos, objetos de piel, muebles de madera, ornamentos de oro y
plata y espejos. Cada una de las tumbas albergaba entre siete y catorce
enterramientos de caballos, situados en un lado de las cámaras funerarias
principales. Se ha preservado alguno de los caballos, junto con unos
accesorios extraordinarios: bridas, sillas de montar y ropaje de abrigo
para caballos. Junto con los caballos había un gran carromato de cuatro
ruedas con un toldo de fieltro decorado con apliques en forma de cisnes. Los
pueblos que enterraron a sus muertos en tumbas como las de Pazirik eran nómadas
que usaban el caballo como montura, poseían ovejas domesticadas y compartían
muchos rasgos característicos con los actuales nómadas del Asia central.
Desde múltiples puntos de vista, tenían mucho en común con los escitas,
quienes vivían más al oeste, en las estepas al norte del mar Negro y
quienes también enterraban a su elite en ricas tumbas y en su arte
representaban a los animales de forma destacada. Más importante es el
hecho de que los hallazgos en estas tumbas congeladas, particularmente los
tejidos, muestran que habían logrado mantener unos contactos, en esta época,
con Persia y China, dadas las similitudes en los patrones de confección y
por el uso de materias primas como la seda. Poblados
Los
poblados de la edad del hierro en Europa tendieron a ser núcleos
fortificados. Tomaron la forma de asentamientos fortificados en colinas,
de los que Maiden Castle, al sur de Inglaterra, y Heuneburg, en el sur de
Alemania, son ejemplos notables; y de oppida,
grandes centros urbanos amurallados de carácter tribal, con casas,
talleres, almacenes y residencias para las clases dirigentes, que Julio César
menciona en el relato de sus campañas militares. Uno
de los poblados más fascinantes de la edad del hierro europea, fechado
hacia el 700 a.C., se localiza en Biskupin, una península situada en el
norte central de Polonia, donde las excavaciones arqueológicas han sacado
a la luz los restos sumergidos de un poblado fortificado con unas 100
casas dispuestas en trece hileras, con muros de más de un metro de altura.
Separando estas filas de casas había una serie de calles pavimentadas con
troncos, mientras que todo el poblado estaba rodeado por una empalizada
construida con troncos de madera trabados entre sí y con un relleno de
tierra y piedras. Los habitantes de Biskupin (estimados entre 1.000 y
1.200 personas) eran granjeros y pastores, que usaban los terrenos y
pastos sobre suelo firme del sur de la península. Los principales
cultivos fueron el mijo, el trigo, la cebada, el centeno y frijoles. Los
huesos de animales hallados en el poblado indican que los cerdos tuvieron
un papel importante en la alimentación, pero el ganado fue empleado para
la obtención de leche y de carne, así como animales de tiro. Los depósitos
anegados permitieron recuperar una gama extraordinaria de objetos de
madera, hueso y tela, además de piedras pulimentadas y ornamentos e
instrumentos metálicos. |