El Absolutismo |
Absolutismo “El
Estado soy yo”.
La conocida sentencia de Luis XIV de Francia resume en pocas palabras la
esencia del absolutismo: un régimen político en el que una persona, el
soberano, ejerce el poder con carácter absoluto, sin límites jurídicos
ni de ninguna otra naturaleza. Resulta
totalmente artificial oponer los tumultos de la Reforma a la soberana
majestad del “siglo de Luis XIV”.
Bajo
diversas formas, el absolutismo ha sido la forma de gobierno de muchos países
en distintas épocas. Sin embargo, se ha reservado dicho término para
designar, en un sentido específico, el ejercicio del poder en un momento
histórico y espacial concreto: el de las monarquías[1]
absolutas europeas de los siglos XVI al XVIII. Muchos autores distinguen
un primer período, correspondiente al siglo XVI, de monarquía
autoritaria, que no llegaría a ser plenamente absoluta hasta mediados de
la centuria siguiente. El
siglo XVI, es un siglo innovador. Lo es también en el campo de las ideas
políticas. La Europa de comienzos del siglo XVI es un mosaico de cuerpos
políticos muy diferentes. Junto a reinos diversamente organizados, pero
ya sólidamente implantados en su independencia nacional, existen repúblicas
urbanas y señoríos nacidos en torno a una ciudad, así como principados
laicos o eclesiásticos, cuya autonomía es tan efectiva en Alemania como
en la Italia desembarazada de la ficción misma del poder imperial. El
siglo XVII es un siglo de crisis. Crisis económicas, políticas, guerras,
desorden de los Países Bajos, religiosas y crisis intelectuales. En
vinculación con el progreso del poder real en ciertos Estados, se elabora
una doctrina -la del absolutismo- que se define como una soberanía monárquica
sin límites y sin control, que no reconoce a los súbditos más que el
deber de obedecer. El absolutismo sale aparentemente reforzado de estas
crisis. El siglo XVII se nos muestra así como el apogeo del absolutismo;
pero es un absolutismo precario, híbrido y en vías de ser rebasado. Precario,
ya que las causas que favorecen temporalmente el absolutismo tienen que
provocar, a mayor o menor plazo, su disolución Híbrido,
porque el absolutismo del siglo XVII hace descansar la noción de soberanía
simultáneamente sobre los elementos tradicionales (los deberes del
monarca, el contrato, la costumbre, las leyes fundamentales del reino) y
sobre elementos nuevos (mercantilismo y utilitarismo). Anacrónico,
ya que, aunque el absolutismo reine, no sin luchas, en la mayor parte de
Europa, se derrumba en el país más ampliamente abierto al capitalismo
moderno: Inglaterra. Por
otro lado, la política permanece ideológicamente en la dependencia de la
religión cristiana. Y, sobre todo, el equilibrio de las fuerzas sociales,
las condiciones materiales y el estado de las técnicas oponen tales obstáculos
a la instauración de un poder realmente concentrado, que las tesis
absolutistas, susceptibles por lo demás de interpretaciones ampliamente
divergentes, encuentran vivísimas oposiciones. Es preciso señalar, además,
que los conflictos mezclan siempre las cuestiones religiosas con las
cuestiones políticas. Hemos
de ver como las expresiones del absolutismo reflejan una secularización
del pensamiento político cuyos orígenes aparecen ya en la Edad Media. El
absolutismo se concebió principalmente como la negación del feudalismo.
La monarquía absoluta continúa estando limitada por la ley divina y la
ley natural, y el que se oponga a la dispersión feudal no significa
despotismo[2]y
tiranía[3]. El
carácter nacional de las monarquías se afirma claramente en Francia e
Inglaterra. [1]Monarquía: estado regido por un monarca. Régimen político en el que el poder es ejercido por un monarca con carácter vitalicio. Tiempo durante el cual un país se gobierna por ese régimen político. Monarquía absoluta: aquella que el monarca ejerce su poder sin rendir cuenta de sus actos a nadie. Monarquía
constitucional: aquella en que existe una constitución a la que se
ajusta el monarca, y que limita su autoridad. [2]Despotismo: autoridad absoluta no limitada por las leyes. Abuso de autoridad, poder o fuerza. [3]Tiranía: gobierno ejercido por un tirano*. Abuso de cualquier poder, fuerza o superioridad. Dominio excesivo que un afecto o pasión ejerce sobre la voluntad. *Tirano: gobernante que tenía un poder absoluto particularmente en la antigua Grecia. Se aplica al que ejerce el gobierno de un estado -a veces sin derecho- y lo rige sin justicia y arbitrariamente. Persona que domina a otros abusando de algún poder, fuerza o superioridad. Se aplica a las pasiones o afectos que dominan irremediablemente a alguien. |