La golondrina y los pajarillos |
Aprendió una golondrina muchas cosas en sus viajes. Quien mucho ha visto, mucho quizás sabe. Y así incluso la golondrina adivinaba las tormentas, avisando a los marineros antes de que comenzaran. Sucedió que cuando se siembra el cáñamo, vio la golondrina a un campesino cubrir surcos y más surcos. -- No me gusta esto -- dijo
a los pajarillos --, y por vosotros lo siento, que yo, ante tan grave
peligro, me alejaré o iré a vivir en cualquier otra parte. ¿ Veis esa
mano que hiende el aire ? Pues un día llegará, y no está lejos, en que
lo que siembra será vuestra perdición. De ahí saldrán lazos para
cogeros, y jaulas para encerraros; mil armas, en fin, llegada la estación,
de vuestra cárcel o de vuestra muerte. Se burlaron los pajarillos de la golondrina: por todos los campos encontraban harto qué comer. Cuando creció el cáñamo volvió la golondrina y les dijo: -- ¡ Arrancad brizna a brizna la planta que ha nacido de ese maldito grano o contad con vuestra ruina ! -- ¡ Calla agorera, charlatana ! -- le contestaron --. ¡Hermoso trabajo nos propones ! ¡ Tendríamos que ser miles para picar el cañamar entero ! -- Puesto que no me creéis -- prosiguió la golondrina --, cuando veáis sembrada toda la tierra, y a las gentes dejando los trigales, partir en guerra contra vosotros, cazándoos con lazos y con redes, no voléis de un lado para otro: guardaos en el nido o mudad de lima, imitando al pato y a la grulla o a la chocha. Mas no podéis, como nosotras cruzar los mares y los desiertos, ni buscar otros mundos. Solo tenéis un partido seguro: encerraros en el agujero de una pared cualquiera. Cansados los pajarillos de escucharla, se pusieron a conversar de modo tan confuso como los troyanos cuando la pobre Casandra intentaba tan solo abrir la boca. Y sucedió a los unos y a los otros: miles de pajarillos cayeron en esclavitud. Solo escuchamos a nuestros propios instintos, sin creer en el mal hasta que llega. Del más sabio y experimentado, es bueno tomar en cuenta sus advertencias. |