Los ciegos

 

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La también llamada amaurosis (del griego amayrosis, oscurecimiento) es la ausencia total de visión o un alto grado de disminución de la misma. Desde el punto de vista legal, se considera ciego a un individuo cuya agudeza visual, aún con cristales o lentes de corrección, no alcanza más que 1/10 de la visión normal o menos en el ojo más afectado.

Igualmente se consideran ciegos a los que, a pesar de tener mayor agudeza central, sufran alteración permanente absoluta por culpa de la cual su campo de visión no alcance una distancia angular mayor de 20º. La ceguera puede ser producida por múltiples causas que, de una forma directa o indirecta, afecten cualquiera de las estructuras fundamentales del ojo: alteraciones del globo ocular, nervio óptico o bien del sistema nervioso central (SNC). Entre ellas están las alteraciones patológicas de orden general (infecciones y tumores). Podemos dividir las cegueras en congénitas y adquiridas y estas últimas a su vez en infecciosas y traumáticas. Existen defectos que, sin producir realmente la ceguera, dificultan en extremo la visión, pudiendo en algún caso determinar la relativa impotencia funcional; entre ellos se  encuentran la hipermetropía, la miopía y el astigmatismo; anomalías que suelen tener corrección con lentes adecuadas.

Desde el punto de vista histórico pasaron muchos siglos antes de que la sociedad se ocupara de los problemas inherentes a los ciegos. Una de las primeras instituciones para invidentes de que la que se tiene noticiasfue el asilo fundado por S. Basilio de Capadocia en el año 369.

Sir Luis, Rey de Francia, en el siglo XIII fundó una institución en París que fue modelo en su época, ya que no se ocupaba sólo de atender al ciego cuando se encontraba enfermo, sino que al mismo tiempo trataba de proporcionarle un medio con que ganarse el sustento desempeñando pequeños oficios y actividades compatibles con su defecto. En el siglo XVIII: Valentín Haüy en 1784 y más tarde Edward Rushton en 1791 fundan escuelas para ciegos en Francia e Inglaterra, respectivamente.

En 1806, August Zemne hace lo mismo en Alemania. Pero todos ellos tropiezan con el gran problema de la enseñanza para los invidentes: la identificación de un alfabeto. Ya los indios peruanos empleaban en tiempos remotos un alfabeto de cuerda; más tarde se adoptó el sistema de letras recortadas, siendo Valentín Haüy el primero en publicar una obra con los caracteres en relieve.

La más trascendente aportación en el campo de la enseñanza a los invidentes la proporciona Louis Braille maestro ciego de la escuela de París, al adoptar la llamada celda Braílle consistente en puntos perforados sobre un cuadrado (celda) que representa cada signo o letra. Consigue hasta un total de 63 caracteres en las distintas combinaciones, que después, mediante el tacto serían identificados por los ciegos. Este método adaptado universalmente aún permanece vigente con ligeras variantes que lo han perfeccionado.

Desde el punto de vista de su patología la ceguera congénita puede deberse a la presencia de cataratas, en cuyo caso el niño nace con una opacidad del cristalino producida generalmente por una enfermedad materna durante la gestación: rubéola, lúes, etc.

La ceguera adquirida puede deberse a procesos infectivos, como: conjuntivitis, tracoma y la llamada oftalmía purulenta del recién nacido, oftalmía neonatorum, por infección gononcócica en el momento del parto. También, pueden deberse a enfermedades del globo ocular, del SNC o del nervio óptico. Entre las primeras se encuentran las lesiones retinianas, cataratas, queratitis, oftalmoplejias y el glaucoma. A los ciegos no hay que menos preciarlos por esta discapacidad que tienen sino lo que debemos de hacer es ayudarles y proporcionarles todo nuestro apoyo.